Jesús Alberto Castillo (*)
¡Qué bueno¡ ¡Cómo me ha complacido que varios amigos lectores hayan tenido la iniciativa de escribirme para corregirme sobre un comentario no ajustado a la realidad que hice en mi reciente artículo titulado «Tareck William Saab: el hombre de negro». En el mismo señalé: «Lo recuerdo como uno de esos hijos de las ideas revolucionarios de la época. Muy ameno en su trato, dicharachero y orgulloso de pertenecer a Tercer Camino, movimiento liderado por Julio Escalona, exguerrillero fallecido». En verdad tuve un lapsus mental. El verdadero comandante de Tercer Camino fue Douglas Bravo, reconocido exguerrillero venezolano, ya fallecido igual que Julio Escalona.
Esas son las cosas que me llenan como persona, escritor, periodista y dirigente político. Es estar consciente que hay mucha gente pendiente de lo que hacemos, valora nuestro trabajo y corrige en señal de aprecio. Por cuestiones de espacio, me limitaré a presentar tres acotaciones, de las tantas que me hicieron llegar, por parte de grandes y acuciosos amigos, irreverentes luchadores sociales que naufragan por hacer realidad sus ideas desde Cumaná, esa gran ciudad bautizada por Aristides Rojas como la Atenas de América. Lo hago en justo reconocimiento de esos lectores que me siguen. ¡Veamos!
«Buenos días, Jesús. Siempre agradado de leerte. Una corrección, el fundador del movimiento Tercer Camino, fue Douglas Bravo, no Julio Escalona» (Ramón Guerra). «Muy buena narrativa, pero déjame decirle que, el proyecto político Tercer Camino, era parte de la organización PRV comandada por el comandante histórico Douglas Bravo, es solo una sana observación, saludos» (Eleazar Yéndez). «Muy bueno el artículo, pero Julio Escalona jamás dirigió ese movimiento político Tercer Camino, lo fundó y dirigió fue Douglas Bravo también fallecido» (Bernardo Jiménez).
No sólo cometí ese error de confundir a dos guerrilleros históricos (a Julio lo veía casi siempre por la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la UCV donde impartía clase y a Douglas, casi esporádicamente, en algunas charlas que solía hacer en la Sala E de esa célebre universidad), sino que coloqué en la leyenda de mi artículo la palabra «UDI» en vez de «UDO, producto de ese teclado epiléptico de mi teléfono «inteligente». Bueno, es natural que suceda porque acostumbro a escribir fluidamente casi a diario en las primeras horas del alba. Pues, «al mejor cazador siempre se le va la liebre». Asunto de la condición humana que no es perfecta.
Creo que he cumplido con mis lectores de la misma manera que solía hacer el diario «Últimas noticias» con su famosa sección «¡Nos pelamos!», cuando era parte de la Cadenas Capriles. ¡Qué tiempos aquellos de esa prensa aguerrida y responsable con sus lectores! Como hombre de medios hago la rectificación pública, en concordancia con el artículo 9 de la Ley de Ejercicio del Periodismo. Como dirigente político, asumo las críticas que sean pertinentes porque me ayudan a ser más acucioso en este aprendizaje permanente a la que estamos sometidos. He sido un fiel practicante de ese célebre pensamiento «Errar es de humano. Rectificar es de sabio».
La reflexión es oportuna en esta Venezuela compleja que vivimos. Ojalá que muchos dirigentes
sigan el ejemplo y reconozcan públicamente su error de haber metido a este país por un callejón sin salida cuando apostaron a la abstención y a un gobierno interino, el cual se convirtió en una de esas tantas aventuras que han prolongado la agonía del régimen. Seguramente, la realidad venezolana fuese otra en estos momentos. Siempre hay tiempo para reconocer los errores y el país entero espera eso para devolverle la confianza a toda la dirigencia opositora. Hoy tenemos una oportunidad de oro y la lógica política indica que se deben dejar de lado las apetencias y caprichos personales para unificar en torno a una candidatura que implique una transición política necesaria para la Venezuela que viene. ¡Unidad y más unidad!