El impacto de las nuevas tecnologías arropa a todos los ámbitos sociales, y la política no es la excepción. La inteligencia artificial (IA) ha llegado con una fuerza avasallante para quedarse instalada en el imaginario colectivo, con el claro propósito de romper paradigmas, y demostrar que es posible intervenir en la vida humana con una identidad propia, lo que parecía una fantasía al mejor estilo de las películas de Hollywood.
Una definición acuñada por la Universidad de Stanford describe la inteligencia artificial (IA) como: “toda actividad dedicada a hacer las máquinas inteligentes”. La IA se refiere a la creación de sistemas capaces de desarrollar tareas para las que se considera que se requiere inteligencia humana.
Según estima el Instituto de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos (Institute of Electrical and Electronics Engineers), más allá de su definición, la IA involucra tecnologías computacionales inspiradas por la forma en que las personas y otros organismos biológicos sienten, aprenden, razonan y toman decisiones (IEEE, 2019).
Al igual que ocurrió cuando se introdujo el internet en el mercado, de forma masiva, entre 1983 y 1995, cuando pasa de ser una red de investigación militar a una red civil, no se conoce a ciencia cierta el alcance que tendrá la IA, siendo que los resultados son inesperados en el terreno político; ya que puede trascender a la toma de decisiones, el liderazgo, y hasta en el pensamiento de los electores.
Existen experiencias previas que dan cuenta de ello, tal es el caso de la campaña presidencial de Barack Obama en 2012, con el uso de técnicas de big data y análisis de redes sociales, para complementar las encuestas tradicionales de intención de voto. Lograron analizar los mensajes contenidos en tuits, blogs, entre otras redes para tratar de medir si las opiniones vertidas en ellos eran positivas o negativas con respecto a la figura política o a su mensaje electoral.
También Donald Trump hizo lo propio en 2016, cuando la empresa Cambride Analytica, se vio implicada en una polémica por la recopilación no autorizada de información sobre millones de usuarios de Facebook. Basados en los estudios de psicometría de Michal Kosinski, los votantes recibieron diferentes mensajes orientados a predicciones sobre su susceptibilidad a diferentes argumentos, en correspondencia a los perfiles de usuarios obtenidos a partir de sus likes.
En estas campañas y otras, la inteligencia artificial se convirtió en una herramienta muy útil para aumentar y cambiar el voto de determinados sectores de la población. Queda comprobado que el big data para la predicción del comportamiento humano, es un gran insumo para campañas electorales.
Así, en el ámbito político la inteligencia artificial se encarga de estudiar la perspectiva de las personas, para después tomar decisiones y elaborar discursos que puedan llegar a convencerlas, en beneficio de determinado partido o candidato.
Sería interesante hacer un ejercicio de cómo por ejemplo la IA podría funcionar para determinar perfiles de candidatos presidenciales o cargos de elección popular, similar al sistema que se utiliza para contratar personas. ¿Será que se pueden introducir en el algoritmo los currículos de los candidatos o líderes, tanto exitosos, como los que no lo son, para que la IA analice y cree su criterio del candidato perfecto?
Esto, conduce a muchas otras interrogantes, y nos hace pisar un terreno más fragoso y es: ¿qué puede pasar con los sistemas democráticos desde el punto de vista ético?
IA ética o corrupta
Partiendo del hecho de que la inteligencia artificial acciona a partir de la programación que realiza el hombre, se podría llegar a generar un capital cognitivo superior a los seres humanos, y por ende al de los líderes mundiales, ello tiene varias aristas que nos llevan a la reflexión. ¿Es ético usar la inteligencia artificial en la política, y es la ética de la inteligencia artificial más inmutable que la de los gobernantes?
Se podría deducir que todo dependerá de la programación que haya recibido, porque las máquinas no tienen ética per se, hay que introducírsela, para que sigan los parámetros que se requieren en función del objetivo.
Entonces como diríamos coloquialmente, “no es la flecha sino el indio”; la herramienta podrá mantener principios éticos incólumes a la hora de brindar respuesta a determinada acción, según la transferencia de información que haya recibido. ¿Y si la información que recibió fue bélica o corrupta, qué pasaría? Son muchas las incógnitas que nos vienen a la mente. Entonces, va a depender de las manos de quién se encuentre en control.
¿Positiva o destructiva?
El futuro de la IA es incierto. Desde una perspectiva optimista, resulta interesante pensar como la IA puede contribuir a la gestión de gobierno, a la agilización de trámites, y resolver muchos problemas que afectan a la humanidad; pero entonces hay que pensar estratégicamente su aplicación, en función de las demandas que surgen en cada punto geográfico, cuando de ideología y política se trata.
Lo ideal será implementar la herramienta positivamente para mejorar la prestación de servicios, alcanzar la eficiencia en la gestión gubernamental aumentar la productividad y hasta detectar la corrupción. La IA puede analizar a los candidatos desde sus registros de comportamiento, habilidades y méritos, para brindar al electorado una mejor idea antes de votar.
Se podría idealizar o fantasear aún más sobre el alcance de esta herramienta al pensar que, a partir de una correcta programación se pudiese crear una especie de gobierno incorruptible para un Estado excepcional, con preceptos utópicos y hacer que todo funcione a la perfección, con un modelo de Estado inteligente o ideal que pueda ser aplicado en cualquier parte del mapa.
La realidad supera a la ficción, y es que este híbrido humano-máquina, puede formar parte de la toma de decisiones de un gabinete, ser una pieza clave en la resolución de un conflicto y formar la personalidad de un presidente; en todo caso, el desafío de la administración pública es adoptarla para una gestión más eficaz.
Pero, desde el otro lado de la acera, también puede erosionar la confianza si se aplica negativa o engañosamente; sigue siendo el ser humano quien tiene el poder para darle una dirección positiva o negativa. No tiene emociones, ni sentimientos propios, todo viene predeterminado por su programador; pero no es infalible, también puede equivocarse, hay que adaptarla al contexto, no entiende la moral.
Algunos gobiernos ya están impulsando planes para la investigación, desarrollo y uso de la IA, lideran la lista los del primer mundo, y a menor escala Latinoamérica. Estados Unidos encabeza el ranking con un 40% de empresas de inteligencia artificial presentes en el país y más de 16 agencias del gobierno apoyando, desde lo financiero y lo político a las empresas de IA, con más de mil millones de dólares.
Por su parte, China aspira dominar el negocio y ha destinado $150 mil millones para invertir hasta 2030 en inteligencia artificial.
Los países de América Latina y el Caribe investigan el potencial de la IA para la transformación digital del sector público. El ente que monitorea estos avances es la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que junto con la Comisión Andina de Fomento, elabora un informe cuyo objetivo es el de asistir a los gobiernos nacionales de América Latina y el Caribe para conocer las actividades y capacidades que existen sobre IA en el sector público en la región.
El referido informe destaca a Uruguay como “el único país de América Latina y el Caribe que tiene una estrategia específica de reestructuración del sector público mediante el uso de IA”.
Estos planes puestos en marcha, desde diversas latitudes del planeta, involucran la colaboración entre una multiplicidad de actores relevantes tanto del sector público, como del privado y la academia.
La multiplicidad de avances tecnológicos representa un desafío para las instituciones estadales que no se quieran quedar atrás, la tarea es descubrir y aprovechar las oportunidades que brindan, incluso, para los países menos desarrollados pudiendo dar un salto exponencial en su propio beneficio.
Máquinas con vida propia
Sam Altman, director ejecutivo de OpenAI (creadores del ChatGPT) estima que, en 10 años, tendremos chatbots que trabajen como expertos en cualquier campo. “Podrás preguntarle a un médico experto, a un profesor experto, a un abogado experto cualquier cosa que necesites y hacer que esos sistemas te solucionen cosas».
Esto también puede aplicar a la política, incluso se habla de que se puede llegar a una inteligencia que genere mecanismos para adaptarse a las circunstancias.
La idea de un modelo de IA capaz de procesar cualquier tipo de información y llevar a cabo cualquier tarea, desde traducir idiomas a diseñar nuevos medicamentos, se conoce como inteligencia artificial general (IAG).
La inquietud sería que podría salirse de control. Lo cierto es que no hay una verdad absoluta, es un poder computacional que no se puede subestimar, y los grandes avances generan tanto entusiasmo como preocupación.
Y es que se presume que la IA pueda generar su propia inteligencia; por tener la capacidad de asociar conocimientos, buscar patrones, entre otros que le permitan generar nuevos contenidos
Uso responsable
Para hacer uso responsable de esta tecnología es necesario conocer sus alcances para aprovechar al máximo su potencial y, por otro lado, mitigar los riesgos que conlleva su aplicación.
Desde el punto de vista político, es pertinente un llamado a la reflexión y abrir espacios de diálogo para definir normas que permitan su explotación en un marco ético, y de seguridad; involucrar a los expertos en la materia y nutrir lo que podría ser esta transición de la administración pública a una automatización de gobiernos.
Autores como Criado (2017), Margetts (2017) o Meijer (2017), dedicados al estudio de la aplicación de las redes sociales y las tecnologías de análisis de big data en el sector público, explican que este fenómeno puede considerarse como la “cuarta ola” de evolución de las TIC.
Para concluir, se preguntó a la IA ¿cómo influye la IA en la política? Y este fue el resultado:
“La Inteligencia Artificial (IA) en las campañas políticas se ha tenido en cuenta desde años atrás. Si la IA es implementada por organizaciones independientes, se podrían eliminar todas las noticias falsas en minutos. La IA tiene el potencial de reducir el coste de cualquier campaña política.
En el ámbito político se analiza la perspectiva de personas utilizando IA para la toma de decisiones importantes, la elaboración de discursos, con ciertos matices que puedan hacer cambiar de parecer a las personas, para así obtener más adeptos. La influencia de la IA en la política sigue evolucionando y puede ser tanto positiva como desafiante”.