El escenario para el último trimestre es menos optimista de que cabía esperar al inicio de 2023, por lo que la gestión financiera en las empresas debe ser prudente.
No se descubre la pólvora cuando se dice que hacer negocios en Venezuela es una tarea extremadamente compleja. Sin duda, estamos ante un entorno en el que la planificación tropieza con cambios de tendencias muchas veces imprevistos.
Cuando estaba por iniciarse 2023, la mayoría de los analistas preveíamos un primer trimestre lento, pero teníamos indicios de que la economía mejoraría de manera más contundente a partir del segundo trimestre, pero los datos -no oficiales, por cierto- han marcado un camino distinto.
Las gerentes de empresas tienen ante sí un final de año incierto y, por lo tanto, es difícil planificar cómo manejar elementos de costos que pueden significar riesgos si la mejora que algunos todavía creemos posible, al final, no se produce.
Ciertamente, la recomendación es una gestión financiera prudente. Algunos optimistas ven en los recientes aumentos de los precios petroleros una limitada esperanza de que el gasto público se reanime e incluso se muevan los salarios en el sector público.
En rigor, este incremento de los precios petroleros puede tener un efecto positivo sobre los ingresos del sector público, pero las limitaciones que existen para subir la producción petrolera y los efectos negativos de las sanciones que pesan sobre la industria generan un techo bajo en esa expectativa.
Lo preocupante es que el crecimiento económico posible en Venezuela puede ser, por una parte, inestable y, por otra, insuficiente para hablar de una recuperación clara de la actividad económica.
Venezuela: expectativas limitadas en el corto plazo
Recientemente, Banca y Negocios publicó los datos de un estudio del Centro para el Desarrollo Económico donde se señala que 30% de la población encuestada por esta institución está dispuesta a emigrar de Venezuela, incluso en el corto plazo.
Este es un indicio claro del talante de las expectativas que existen sobre la economía venezolana.
Hemos dicho y repetimos que la política de restricción monetaria adoptada por el Gobierno Nacional ha resultado positiva para moderar el avance de la inflación; sin embargo, hemos visto que, aunque las variaciones de precios se han venido comportando de manera relativamente estable en términos anualizados, es claro que la velocidad con la que aumentan los precios es mayor a la del año pasado.
También es cierto que hemos visto una relativa estabilidad cambiaria, y este es un logro que se debe reconocer; de hecho, el Banco Central de Venezuela ha podido reducir el monto acumulado de intervención en lo que va de año, en comparación con el costo que debió asumir en 2022.
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Pero, creemos que está llegando la hora de acelerar los estímulos a un mayor crecimiento y promover un escenario realmente más auspicioso para el funcionamiento de las empresas.
La verdad es que no se explica cómo, en una economía como esta, la tributación, en términos consolidados, represente alrededor de 50% de los ingresos netos de las empresas.
Las empresas venezolanas tienen cada vez menos margen de ajuste y no tenemos claro que una estrategia selectiva de beneficios fiscales dirigida a sectores y actividades específicas, como las importaciones o las exportaciones en algunas actividades, sea una estrategia de incentivo de alto impacto.
En consecuencia, los escenarios siguen siendo complejos, puesto que el clima de negocios, aunque ha mejorado en algunos sentidos, sigue siendo limitado en sus posibilidades y en la generación de confianza, y un ejemplo de ello es el acceso al crédito.
Comenzamos el último trimestre de 2023. Si la economía va a crecer, este período tendría que ser fuertemente expansivo, aunque cada vez estamos más convencidos de que un resultado positivo en cuanto a crecimiento del Producto Interno Bruto estará por debajo de las expectativas de hace un año.
Avanzamos hacia un 2024 cargado de tensiones que pueden afectar a la economía. Ojalá los actores políticos encuentren la vía para que los procesos electorales que se vienen no generen distorsiones en la marcha de la actividad económica y podamos retomar, con cambios en sentido positivo, una senda de crecimiento más estable.
En principio, la gestión empresarial debe ser prudente y responsable. El sector privado ha cumplido su rol, incluso por encima de muchas expectativas, pero creemos que hace falta, todavía, eliminar muchos frenos en el camino para que avancemos de manera más consistente en los próximos 12 meses.
Ha sido difícil conseguir un clima de confianza entre los sectores público y privado, aunque es innegable que este ha mejorado. En nuestra opinión, la disposición del sector privado a honrar esa confianza y trabajar con sentido constructivo está claramente demostrada, por lo que esperamos del sector público la adopción de medidas que abran más oportunidades de negocios, que apueste por una recuperación sostenida y permita que se recuperen el empleo formal y los salarios.
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