Por Jesús castillo
Si hay algo a lo que debemos prestar atención es que está emergiendo un país distinto. El descrédito de la dirigencia política, llámese oficialismo u oposición, ha levantado la mirada a un liderazgo alternativo que, aunque no se visualiza aún, va a aparecer de un momento a otro. Es que si algo tiene la historia es que en época de crisis surge ese líder que cautiva a propios y extraños. Las recientes protestas del sector magisterial parecen confirmar esa máxima. Todo es cuestión de tiempo. No estamos diciendo que ese liderazgo debe descansar en un educador o líder sindical. Es un asunto más trascendental que encierra una nueva mirada global a una nueva forma de conducir los asuntos públicos para crear riqueza y calidad de vida en los ciudadanos. Ese liderazgo que se aproxima responde a un perfil que la gente aspira ansiosamente: capacidad gerencial, honestidad, imagen corporativa, espíritu emprendedor y visión futurista. La Venezuela que viene es la que está marchando en cada rincón con el miedo echado a su espalda. Representa los rostros fervorosos de todas las edades que reclaman mejores oportunidades de vida en un territorio sumamente rico, pero con altos cuadros de desigualdad social. El país que se acerca resume a esa gente emprendedora que sale adelante en medio de la vorágine económica. Sintetiza a cada uno de esos jóvenes, madres y trabajadores que apuestan por un cambio de modelo económico y se han interesado en reforzar el voto como arma expedita para producir los cambios políticos necesarios. Los distintos estudios de opinión muestran a más de un 80% de la población que rechaza el gobierno actual y su perversa intervención económica que solo ha producido el enriquecimiento de una élite burocrática en detrimento del resto de la sociedad. Por eso observamos un gran movimiento social que despierta esperanza y abraza con oon furor los corazones y mentes de un pueblo consciente de su devenir histórico. Esa Venezuela que viene comienza a andar a pasos agigantados con su fuerte voz de protesta, dispuesta a dejar la vida en la calle. Es el país que reúne a todos. A aquellos que en su barriada hace milagros para sobrevivir y que hasta hace poco creyó en los que hoy detentan el poder. A los abnegados trabajadores que buscan salidas desesperadas a su asfixiante modo de vida. A los valientes educadores que levantan su voz por sueldos dignos, A los profesionales esperanzados por mejor calidad de vida. A los aguerridos campesinos que no desmayan en su faena diaria. A los intelectuales que colocan su pensamiento crítico hacia mejores derroteros. Ante está inexorable realidad los partidos políticos, tan necesarios en un sistema democratico, deben reinventarse y confirmar una nueva narrativa que permita engancharse con los verdaderos intereses y expectativas de la gente. Han de de dar señales de unidad, formación ética y sensibilidad social ante los desafíos que están por delante. Los aires de cambio que se respiran deben nutrirse de un elevado concepto de pedagogía política con dirigentes formados, integralmente probos y dispuestos a trabajar en equipo por la Venezuela que viene. Ha llegado la hora de dejar cada quien su interés particular, pensar y hacer posible el país de grandes oportunidades y bendiciones. No hay que olvidar que Venezuela fue hace varias décadas ejemplo de gobernabilidad democrática, movilidad social y pujante economía en la región latinoamericana. Hoy, dispersa por todo el mundo con talentos humanos muy valioso, Venezuela se vende nuevamente promisoria. Los que nos quedamos no tenemos otro camino que acelerar la Venezuela que viene. Esa patria con potencialidades reales para apalancar su aparato productivo, realzar la cultura emprendedora y reforzar el pensamiento creativo en todas las esferas sociales. Por lo menos, comenzamos a ver esa esperanza en los rostros entusiastas de los que en los últimos tiempos se han atrevido a mover las calles por un mejor futuro para las generaciones emergentes. ¡Bienvenida la Venezuela que viene!