Jesús Alberto Castillo
Solo los ilusos se creen ese cuento que Maduro es el «Presidente de la Clase Obrera» y que está «pariendo» para pagarle a los trabajadores un sueldo digno para vivir. Es un realismo mágico que invade la mente de una muchedumbre acostumbrada al facilisimo, víctima de un masoquismo que se expande con fuerza en el tejido social.
Es la lectura que nos deja a propósito del grito «¡Así, así, así es que se gobierna!» lanzado por esa hueste oficialista ante el discurso burlón de Maduro en materia salarial, en el marco del Primero de Mayo. En la medida en que el inquilino de Miraflores iba ensayando cada mentira discursiva, sus seguidores aplaudían como focas.
Es el teatro de la mentira que pone en práctica el régimen para seguir cautivando a idiotas sobre un proyecto político empobrecedor y lleno de ritualismo ideológico. Un libreto bien estudiado donde un denominado «Presidente obrero» aparece en escena leyendo un pasquín con un conjunto de propuestas lanzadas por la «Central de Trabajadores Socialistas», mientras la prole «roja rojita» entra en delirio por cada palabra pronunciada del mandatario.
Lo que presenciamos ayer fue el más crudo descaro de un gobernante que se ríe de los pisoteados trabajadores que viven en condiciones precarias y sin posibilidades de un sueldo digno para elevar sus condiciones existenciales. Fábula, manipulación y burla formaron parte de un discurso oficial para dejar el sueldo mínimo mensual en 130 mil bolívares, es decir en 5,20 dólares, la cesta ticket en 40 dólares y el bono de guerra en 20 dólares.
Maduro no desaprovechó su actuación para echarle la culpa de todo esto a las sanciones del imperialismo yankee y del robo de Citgo. Cuan astuto juglar casi llora al decir que hubiese querido hacer más, pero el bloqueo económico no le permiten aumentar el sueldo mínimo ni generar incidencias salariales en las bonificaciones anunciadas. Sin embargo, se abstuvo de nombrar a Tareck El Aissami y de toda su trama de corrupción en la industria petrolera. Quiso zafarse la presión pública sobre el destino de ese personaje que hasta hace poco era uno de sus hombres de confianza.
Mientras Maduro se burlaba de los trabajadores, la muchedumbre oficialista seguía coreando ¡Así, así, así es que se gobierna! Es la algarabía de una prole que aplaude el desfalco y entrega de la nación, la muerte de muchos niños y ancianos en los hospitales, los crímenes de lesa humanidad, la hambruna, miseria y éxodo de venezolanos, el autoritarismo y bandas delictivas en la estructura de gobierno y todas las tropelías contra la dignidad humana de nuestros ciudadanos.
Lo interesante es que todo tiene su final y nada dura para siempre, como dice una popular canción interpretada por Héctor Lavoe. La rabia colectiva va en aumento. El momento es propicio para que la inmensa mayoría de los venezolanos tomemos conciencia de lo que tenemos por delante ante las elecciones presidenciales. Es necesario sumar voluntades en torno a un candidato que realmente una al país para salir de esta calamitosa realidad. El país entero tiene ahora más poderosas razones para salir de Maduro con la fuerza del voto.