Una de las grandes búsquedas del ser humano es la espiritual, encontrar respuestas a preguntas como el porqué de nuestra existencia, la vida después de la muerte, la existencia de Dios, el alma, nuestra existencia previa a la vida. La religión ha buscado darle respuesta a esas preguntas, pero a veces creer tiene un precio alto… muy alto.
Esta historia ocurrió a finales de los años 70, muy cerca de nuestro país, en la zona en reclamación, el Esequibo, hasta donde llegó un hombre con un proyecto, o al menos eso fue lo que le vendió a las autoridades de Guyana, a quienes les planteó crear una comunidad idílica.
Era James Warren Jones, “Jim Jones”, un hombre con una fuerte influencia religiosa y política, al extremo que se consideraba maoísta y comunista, se decía ateo y llegó a autoproclamarse al mismo nivel de Cristo. Jones generó una ideología que mezclaba la religión y la política en algo que llegó a denominar socialismo religioso, era un autoritario que exigía ciego seguimiento.
Jones fundó su iglesia, el Templo del Pueblo, a inicios de los años sesenta se estableció en California, donde creía no sería alcanzado por la guerra nuclear que temía ocurriera en cualquier momento.
Pero alrededor de esa iglesia no todo era espiritualidad, había muchas denuncias sobre abusos sexuales y excesos, fraude al fisco, lo que hizo que el reverendo Jones se planteara mudar su congregación a un idílico paraíso.
A mediados de 1974 arrendó un importante lote de terrenos al gobierno de Guyana y comenzó la construcción de Jonestown, poco a poco fue convenciendo a sus seguidores a que lo acompañaran al “paraíso”.
Quienes llegaron, pronto encontraron con que ese paraíso requería extenuantes jornadas de 12 horas de trabajo en el campo, calor agobiante y malas comidas, además estaban sometidos a un régimen brutal de maltratos, presiones, torturas psicológicas y miedo.
Durante cuatro años Jones fue el amo y señor. Su paranoia crecía, su contacto con el mundo real se iba separando, cada vez estaba más convencido de la llegada del apocalipsis y comenzó a celebrar las Noches Blancas que en realidad eran simulacros de suicidios masivos en los que la congregación era obligada a tomar un líquido desconocido.
El 14 de noviembre de 1978, luego de reiteradas denuncias, el congresista estadounidense Leo Ryan, viajó a Guyana junto a una comitiva a investigar las acusaciones de fraude, lavado de cerebro, encarcelación y tráfico de drogas y armas, fueron recibidos y pudieron entrevistar a varios miembros de la secta.
Cuando regresaban al avión, el congresista y tres periodistas, además de una persona que quería huir de la congregación fueron asesinados.
Esa visita fue el detonante de lo que ocurriría horas más tarde cuando se perpetró un suicidio y homicidio masivos. 912 personas murieron envenenadas al tomar un cóctel de cianuro. Según testigos al menos 250 bebés, niños y adolescentes fueron asesinados al envenenarlos y quienes intentaron huir de la muerte por veneno fueron baleados.
El cadáver de Jones fue localizado entre las víctimas, tenía un disparo en la cara, no se sabe si fue autoinfligido, o si le dispararon.