Ya el solo hecho de que la trama se desenvolviera en un circo era un asomo de lo que al espectador le podía esperar. Un circo, un lugar que alguien pensaría que está destinado a despertar diversión y carcajadas.
El detalle está en que ese mundo, dedicado al entretenimiento de sus asistentes, está corroído por las tristezas y heridas de uno de sus protagonistas, en este caso, Cornelia, “La monstrua”, original de Ariel Mastandrea, interpretada por Gledys Ibarra, bajo la dirección de Rossana Hernández y la producción de Carolina Rincón.
La fémina que ocupa al espectador es la mujer barbuda del circo “Las ilusiones”, quien está en su camerino, esperando para salir a escena, pero no se encuentra sola. El público es testigo de cómo ensaya para presentar un monólogo convincente, sin fallas, aunque no está convencida. En el ínterin increpa a una criatura, quien la mira y escucha dentro de una jaula. ¿Es un animal? ¿Es una persona? ¿De qué o quién se trata?
La Cornelia, encarnada por la actriz venezolana, fue esculpida durante semanas, vía Zoom, desde Inglaterra, por la intérprete de impactantes ojos claros para sumergir a quien la mira en su drama, en su vida, en sus experiencias, en su dolor, para que lo padezca en carne propia. Y cuando, finalmente, termina cediendo, deteniéndose en cada una de sus palabras y sentimientos, ahí, cautivo, tanto como lo está Gloria… lo escupe a punta de una carcajada o chiste autoinfligido.
La historia de la atracción del circo es la de una niña cuya diferencias físicas hizo que no encajara en un mundo diseñado solo para la belleza y perfección, que ni siquiera fue entendida o aceptada por sus más cercanos, y cuyo destino parecía estar marcado para que terminara en una carpa, atrayendo a propios y extraños, movidos por el morbo, a pagar por contemplar su aspecto.
Ibarra descifró de manera quirúrgica al único personaje del relato del dramaturgo uruguayo, escrito en 2001, y a lo largo de su soliloquio logra no solo que se conmueva con su suerte sino que se mimetice con ella y hasta justifique lo injustificable.
Lo que la venezolana da en escena a quien la observa es una clase magistral de actuación. En una época en la que solo pareciera importar el aspecto físico de quien está en el escenario, quien además tiene que tener una legión boba de seguidores en las redes sociales, ávidos -en algunos casos- de la reproducción de chistes propios de un programa humorístico de mal gusto, entre otros atributos. No cualquier intérprete hubiese tenido la valentía de olvidarse de su propia realidad para desdoblarse en la controvertida Cornelia de Mastandrea.
¿Está el gremio artístico nacional listo para “La monstrua”?. ¿Lo que se ve en las tablas será suficiente para que sus colegas se fundan en un aplauso por el logro de una actriz que ha ido in crescendo más y más con el paso de los años? ¿Sin egoísmos? ¿Sin recelos? Sí, no es así, por lo menos, quien escribe, está segura de que quienes tienen el poder de comprar una entrada para ver un montaje a la altura de un espectáculo de primer mundo sí lo están.
“La monstrua”, encarnada por Ibarra, se presentará en el Centro Cultural BOD hasta el domingo 22 de enero. Y ojalá que la receptividad de la audiencia permita que puedan abrirse, en los próximos meses, muchas fechas más.