Jesús Alberto Castillo
Fidel y Marcelo son dos buenos amigos desde la infancia. Ambos jugaron a rienda suelta por los escabrosos callejones de La Ermita, su barrio natal. Recibieron una sólida formación y devoraron libros de filosofía política hasta más no poder. Pero, cada quien se embriagó de un autor y lo hizo parte de su existir. De vez en cuando se reúnen en «Dialéctica express» para tomar un café en sus apretujadas agendas del acontecer diario. Allí conversan del país más septentrional de América del Sur.
Marcelo es hegeliano. Fidel se jacta de ser marxista y defiende a todo pulmón la lucha del proletariado. El primero es apacible y acucioso, el segundo apasionado y directo. Marcelo expone a sus anchas la «Astucia de la razón» (List der Vernunft) de su mentor para justificar que esa razón, encarnada en el Espíritu Superior, muchas veces puede usar medios irracionales para lograr su objetivo. La dialéctica (tesis-antitesis-síntesis) está presente en el pensamiento humano para dar respuesta a la realidad que nos abraza. «Por eso el Presidente Nicasio Manduco intenta hacer uso de ese esquema, como cualquier marxista, para tener de su lado a la clase obrera», expone meticulosamente el hegeliano.
¿Tú crees, amigo?, ripostó Fidel. Seguidamente se atrevió a decir: «No creo esa cuestión. Ese tipo se hace llamar Presidente obrero para engatusar al proletariado. Es puro artilugio ideológico para alienar aún más a esa histórica clase social y explotarla a sus anchas en esa jaula de hierro llamada burocracia. Ese carajo de marxismo no sabe nada. Es pura pantalla. Si Marx viviera estaría muriéndose de la ira y Lenin lo habría defenestrado. Ese no tiene idea de lo que es materialismo histórico y dialéctico. Puro lujo del capitalismo es lo que suele exhibir».
«Cuidado, Fidel, que puedes ser considerado traidor por tus propios camaradas», advirtió Marcelo. El militante marxista ni se inquietó. Tomó un sorbo de café y luego soltó una carcajada «¡ Ja, ja, ja. Ese tipo está más interesado en vender su imagen de superhéroe, al estilo de la sociedad consumista de Hollywood. Ahora le dio por llamarse Supercoyote. ¿Habrás visto semejante idiotez en un revolucionario? Hasta pisotea la Constitución de esta nación al negarse ajustar el salario mínimo en lo que va de año y, es más, debe hacerlo sobre el costo de la canasta básica. Para él que la clase proletaria se muera de hambre».
El hegeliano no salía de asombro. Veía ante si al viejo amigo, aquel que se entregó por la causa revolucionaria y ahora estaba decepcionado del mandatario que emulaba a Superman, Batman, El Capitán América y cualquier personaje de la industria cinematográfica del Tío Sam. Le dió una palmada en el hombro y se atrevió a sugerirle: ¡Vamos Fidel, levanta ese ánimo! Recuerda que «lo que es racional es real y lo que es real es racional», como decía mi padre Hegel. La historia no es un cúmulo de incidentes sin sentido o de torpezas humanas sino un proceso con una estructura racional. Ella encierra el progreso intelectual, ética y civilización ciudadana. Manduco, nada de esas cualidades posee. Pronto el búho de Minerva extenderá sus alas al atardecer.