Por Jesús Alberto Castillo
En los últimos tiempos, al juzgar por los estudios de opinión, se ha generado un rechazo colectivo hacia los partidos políticos. Nuestro criterio es que este indicador constituye una apreciación injusta, por cuanto lo que está en crisis no son las instituciones partidistas, sino el liderazgo dentro de ellas.
La tesis que asomamos es que los partidos son esencialmente agrupaciones humanas con una base doctrinaria y programática que se plantean la conquista del poder del Estado y, en consecuencia seguirán existiendo en la medida que fomenten la formación de sus militantes en la ideología que proclaman y diversas diversas áreas de la agenda pública.
En realidad lo que ha ocurrido, salvo honrosas excepciones, es que la dirigencia de esas organizaciones han distorsionado el papel que les toca asumir para alcanzar los objetivos plasmados de manera estatutaria. Más que ser vivos ejemplos de servir a las comunidades, los líderes se han aprovechado de las organizaciones partidistas para negociar y obtener prebendas personales.
Es un asunto de la condición humana que dirige a los partidos y no de su base programática. Por eso es importante que tales organizaciones se nutran de verdaderos líderes con conductas idóneas e intachables en el ejercicio político. Hoy, con mucho desaliento, observamos que en el seno de los partidos se haya dejado de lado la mística, la formación ético-política y la promoción de nuevos liderazgos para reinventar la conducción e imagen de los partidos en el devenir histórico.
No es casual que en este venidero siglo hayan aparecido nuevos partidos políticos y pronto comienzan a resquebrajarse porque responden más a la moda conductual de sus dirigentes que a su verdadera naturaleza doctrinaria. Incluso, es casi normal que la gente milite en esas organizaciones por reacomodo clientelar y no por sintonía con el pensamiento político que proclama.
Hoy es casi una normalidad que la gente «brinque de un partido a otro» porque aspira obtener un «cargo» o una «tajada» para poder aumentar su peculiar personal, desechando sus principios doctrinarios y éticos. Es eso lo que ha creado una especie de espejismo en el gran colectivo de que los partidos están prostituidos, cuando en realidad son sus dirigentes los que han distorsionado la misión y visión de tales organizaciones.
A nuestro juicio, urge la necesidad de redefinir el liderazgo en las instituciones partidistas, robustecer y actualizar su visión doctrinaria y delinear un ambiente que permita la democracia interna. Los partidos políticos son fundamentales en toda sociedad democrática porque garantizan el pluralismo de ideas, la política como servicio y la competencia sana por el poder del Estado.
Si queremos recuperar la credibilidad pública hacia los partidos políticos, sus militantes deben asumir el compromiso de crear un ambiente interno donde se jerarquice el debate sano, la comunicación asertiva, el reconocimiento de liderazgo, la formación de cuadros y la honestidad en el comportamiento organizacional. De esta manera, la gente podrá ver en dichas instituciones el mejor escenario para profundizar la democracia y elevar la política como una actividad clave en el progreso de la humanidad.
excelente tu apreciación acerca de los liderazgos en los partidos políticos. hoy la sociedad civil busca alternativas que reflejen la misma necesidad que ellos a diario padecen. muchos de esos partidos tradicionales se enquistaron en pensar en el poder más de olvidaron de una población que piensa en el verdadero cambio de timón en busca de una mejor calidad de vida para ellos y las nuevas generaciones. seguiré trabajando en la búsqueda del País, Estado y Municipio Sucre que realmente deseamos y nos merecemos. juntos Somos más Fuertes. Julio Agustín Segundo Amundarain Ortiz.