Por Jesús Castillo
El país vive una situación económica inaguantable. La gente hace milagros para sobrevivir y los distintos gremios tomaron la calle para exigir sueldos justos. La pobreza extrema y el hambre campean por todos los rincones. La gente muere de mengua y no percibe una salida rápida ante tantos problemas. No es sorprendente que más de uno grite a todo pulmón ¡Maduro, renuncia!
Es un clamor lógico ante tantas desaventuras juntas. La gente se ha dado cuenta que la desgracia económica que vive es culpa de la mala gestión de Maduro y no de las sanciones de la Casa Blanca. Así lo reflejan los estudios de opinión donde el tema económico es prioritario en la mente de los venezolanos. El drama es tan grave que con el pasar de los días se agravará el panorama.
Con Maduro no hay futuro. Es lo que piensa la mayoría de la gente. Pero, a pesar de esta fatídica circunstancia, ¿Maduro debe renunciar? A primera de cambio, no habría la menor duda. Mientras siga en el poder no hay confianza para las inversiones y la crisis empeorará. Pero, si vemos las cosas con la profundidad política, no sería esa la mejor opción.
La renuncia se considera una falta absoluta en determinado cargo y debe ser cubierta. De acuerdo al Art. 233 de la Norma Constitucional, si la falta absoluta del Presidente (en un caso hipotético por renuncia) se produce en los dos últimos años de su mandato, entonces se encargará el Vicepresidente Ejecutivo de la República hasta terminar el periodo, es decir, hasta el 10 de enero de 2025. De manera que el nuevo Presidente, lo más probable, sea del oficialismo. Así de sencillo.
Distinto sería el escenario, si la renuncia se hubiese producido antes de los cuatro años de su periodo que es de 6 años, tomando en cuenta el Art. 230 de la mencionada norma. Aquí se encargaría el Presidente de la Asamblea Nacional por 30 días, mientras el CNE convoca a elecciones generales para elegir al nuevo Presidente.
Hechas estas precisiones jurídicas, resultaría devastador desde el punto de vista político solicitar la renuncia de Maduro para que se encargue otro oficialista hasta que termine su mandato. Mientras tanto, qué debemos hacer. La pregunta es pertinente en tiempos de crisis económica y desesperanza política.
Con los pies en la tierra tenemos que aceptar la realidad que se nos presenta. Presionar socialmente para que Maduro cumpla con las exigencias ciudadanas y organizarnos para apostar a la concreción de un candidato que pueda derrotarlo en las urnas electorales. Es el tortuoso camino que debemos tomar si queremos salir de este atolladero.
Los números así lo dicen en las diversas encuestas. Tomar otra vía, aunque suene atractiva, no es buena consejera. Allí tenemos los desastrosos resultados de la «salida adelantada», propiciada por un sector extremista de la oposición. El gobierno de Maduro jugó sus cartas y salió ileso. Ya es tiempo de aprender de los errores.
No hay duda que todos queremos salir de Maduro. Pero tenemos que tener los pies bien puestos sobre la tierra. La crisis cada día hace estragos en nuestras vidas, pero debemos reiventarnos y asumir una conducta de presión social, reclamando con fuerza para que se tomen las decisiones acertadas en materia económica para contrarrestar este vendaval hiperinfacionario. Finalmente, tener una voluntad férrea para apostar a los cambios con un liderazgo alternativo que reúna el sentimiento de todos los venezolanos. Es tiempo de realidad y no de discurso fantasioso.