Reconocido como uno de los más altos representantes del arte cinético, pocos sin embargo saben de la relación de la obra de Carlos Cruz-Diez con el diseño gráfico. Elite, El Farol, Tricolor, Mene o la Revista Nacional de Cultura, fueron publicaciones desde las que, entre 1943 y 1957, contribuyó a modernizar en Venezuela una profesión que, al mismo tiempo, le servirá de apoyo en sus investigaciones sobre el color.
Desentrañar esa correspondencia es precisamente uno de los objetivos de la muestra El peso de la forma. El diseño gráfico de Carlos Cruz-Diez, que se presenta actualmente en la Sala Mendoza de Caracas, luego de haberse expuesto en el Museo Reina Sofía de España el pasado año, con los auspicios de la Cruz-Diez Foundation, el Archivo Fotografía Urbana, y la curaduría de Ariel Jiménez, uno de los críticos y estudiosos más destacados del arte cinético en nuestro país.
La exposición abarca desde los dibujos infantiles del artista, pasando por su gusto por el cómic o la representación de la imagen, poniendo en evidencia cómo la experiencia adquirida en esos años en la industria gráfica lo llevarán a desarrollar su proposición plástica sobre el color evidenciada en sus Fisicromías, Inducciones cromáticas y Cromosaturaciones que han dado la vuelta al mundo entero.
La idea de esta exposición –explica Jiménez- fue de Hermán Sifontes y Diana López, integrantes del Archivo Fotografía Urbana, quienes, por su interés en la fotografía, tienen también una afinidad especial con el universo de la industria gráfica. “Ellos me pidieron en 2020 que pensara en una curaduría sobre el diseño gráfico de Carlos Cruz-Diez, lo que afortunadamente vino a revivir un viejo deseo que yo había discutido incluso con Cruz-Diez desde que fui director de la Sala Mendoza, cuando quise hacer una exposición dedicada a su trabajo en la industria gráfica, aunque no necesariamente como diseñador”.
“Pero en ese momento -continúa-, el artista no tenía sus archivos bien organizados. Para lograrlo hubo que esperar también que Jorge Cruz, el segundo hijo de Cruz-Diez, los organizara en su taller de Panamá, donde por primera vez pude ver el material que hoy se expone casi completo”.
Historiador, museógrafo y curador de arte moderno y contemporáneo, Ariel Jiménez comienza su experiencia profesional como asistente en los talleres de Carlos Cruz-Diez y Jesús Rafael Soto en París. En 1984 trabaja como director de Educación y Medios Audiovisuales en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas y entre 1989 y 1997 como Director General de la Sala Mendoza, donde creó un Centro de Documentación sobre arte contemporáneo y organizó seminarios con invitados como Jean Baudrillard, Jean-François Lyotard, Sophie Calle, Andrés Serrano y Josef Kosut (1989-1997).
Además ha sido curador en jefe para la Colección Patricia Phelps de Cisneros en Caracas y director general y curador del Museo de Arte Moderno Jesús Soto en Ciudad Bolívar.
“Mi relación con el cinetismo tiene dos fuentes”, declara. “La primera, un deseo de modernidad y progreso que comparto con Soto, y Cruz-Diez en particular, porque provengo de un estrato social que, aunque citadino, tiene en común con el de ellos el haber sido muy modesto y de naturaleza rural, o casi. Con Cruz-Diez, en especial, porque ambos venimos de La Pastora; él, de una Pastora pueblerina de los años 30-40; yo de las laderas del Ávila, de un barrio que en mi juventud se acercaba más a la vida campesina y pueblerina que citadina. Luego, porque tuve la suerte de conocerlos a ambos cuando fui a estudiar a París, gracias a Sofía Imber, quien consiguió mi beca y me dio una carta de presentación para Soto. Allí, en contacto con ellos, hice mis estudios, y era inevitable que su ejemplo me influyera profundamente”.
En cuanto a los criterios curatoriales de El peso de la forma, explica que la idea era darle a ese inmenso material una lectura histórica, que permitiera seguir el desarrollo del trabajo del artista, y ayudara a evidenciar sus aportes a la profesionalización del diseño gráfico en Venezuela durante la segunda mitad del siglo XX.
“Eso, creo, lo conseguí definiendo cinco períodos en su trabajo: Una vocación, 1930-1946, reúne sus primeros dibujos infantiles en los que se aprecia, ya entonces, una constancia en su estilo, y su interés por el mundo de la imprenta y la reproducción fotomecánica de la imagen. Sigue Diseñador empresario y artista independiente 1946-1960, cuando funda su primera oficina de diseño para responder a los pedidos de la industria petrolera hasta 1960, cuando se mura a París e inicia su obra madura como artista cinético.
Liberar el color 1954-1959, la tercera sección, está dedicada exclusivamente al paralelismo entre su trabajo artístico y los lenguajes de la imprenta, donde encontró un apoyo innegable, para su deseo de liberar el color de la forma.
Los años 60, cuando llega a París a desarrollar su obra plástica, pero por razones económicas debió continuar el diseño gráfico, hasta la apertura de su segundo taller en Caracas, en 1973, están reunidos en Artista diseñador 1960-1973. Por último, Diseñar por amistad 1973-2015, comprende un período en el que sigue diseñando, “pero ahora solo para sus necesidades como artista (afiches, catálogos) o para las de sus amigos escritores e historiadores, entre ellos Alfredo Boulton”.
Entre las conclusiones que pueden desprenderse de esta exposición, el curador destaca que “Cruz-Diez tuvo un rol pionero y de primer orden, entre los artistas que en Venezuela se dedicaron al diseño gráfico junto a su obra creativa”, y que, “contrariamente a otros artistas diseñadores, lo practicó toda su vida, con una constancia admirable y logros considerables”.