En zonas populares como La Juventud, en la parroquia Las Cocuizas, los menores deben primero cargar agua para poder salir a jugar con sus vecinitos y amiguitos.
La infancia de los niños en Maturín está marcada por una fuerte crisis en cuanto a los servicios públicos que atraviesa el municipio, como lo es la falta de agua potable por tuberías.
Andrés, nombre utilizado para proteger la identidad del niño, es un pequeñín que alcanza los 11 años de edad, él vive junto a sus padres y dos hermanitos en un rancho ubicado en la invasión al frente de la prolongación Rómulo Betancourt.
El niño todos los días, sin importar la hora, debe cargan agua en pimpinas de 5 y 10 litros para llenar un tambor en su casa, esta faena es la garantía que, al caer la tarde luego de almorzar, saldrá a correr con sus vecinos a jugar papagayos, metras y demás ocurrencias que les venga en mente.
No hay un día que Andrés no llegue a la toma de agua que va desde La Florecita a La Juventud para hacer su cola y llenar sus envases plásticos. Cuando no tiene alguna objeto que le facilite arrastrar sus botellas, se las monta en los hombros.
«Me canso pero luego se me pasa, me seco el sudor y reposo un rato en mi cama. Después de 15 minutos salgo a divertirme», contó.
El jovencito continúa relatando que «todos cargamos agua, mis padres salen oscuro a trabajar y me toca hacerlo a mí, para colaborar en la casa. Cargo lo que puedo y con eso mi mamá cocina y nos bañamos».
Asegura Andrés que «no quiero verlo como algo obligatorio, sino apoyar a mis papás que llegan cansado del trabajo».
Cambiaron los juguetes por botellones de agua
La realidad de Andrés, es la de muchos niños en el resto de Maturín. En el sector La Murallita los niños acompañan a sus abuelos a cargar agua para los quehaceres del hogar, caminan largos tramos para llevar abrazo un envase de hasta 3 litros bajo un inclemente sol.
La calamidad de llevar el preciado líquido a casa se hace forzado cuando deben subir hasta tres y cuatro pisos con una botellón a cuestas.
En La Gran Victoria, al oeste de Maturín, ya casi no se oyen los niños corriendo por las áreas verdes jugando, sino que ahora se les ven con sus botellones y demás envases por los pasillos y escaleras cargando agua.