El régimen reprime con puñetazos, bastonazos y patadas en espalda, manos, pies, testículos y glúteos…
«A gente como tú deberíamos darle un tiro. Para que sepas qué ocurre cuando te opones a la revolución». Michel Parra, de 20 años, ha detallado a Human Rights Watch (HRW) la pesadilla vivida en Cuba desde el estallido social del 11 de julio, el día que cambió la Historia de la revolución castrista. Junto a su hermana Ana Laura, de 22, fueron detenidos violentamente por marchar de forma pacífica en Matanzas, a 100 kilómetros de La Habana.
En la sala de interrogatorios le quisieron doblegar durante 15 minutos con puñetazos, bastonazos y patadas en espalda, manos, pies, testículos y glúteos. A Michel y a Ana Laura les acusaban de estar financiados, de ser incluso líderes de las protestas. Les insultaban con el descalificativo de «gusano», un tópico que se usa desde hace décadas contra quienes huyeron de la dictadura a Estados Unidos u otros países. A principios de agosto recibieron prisión domiciliaria y además pagaron una multa de 40 dólares.
Michel y Ana Laura no fueron una excepción. Desde el poder se urdió un «plan de represión sistemática con detenciones arbitrarias, maltratos contra detenidos y procesos penales abusivos en respuesta a las protestas», ha confirmado HRW transcurridos 100 días del 11-J.
«El Gobierno respondió desplegando una brutal estrategia de represión destinada a infundir miedo entre la población y reprimir el disenso», aportó Juan Pappier, investigador de HRW, quien suma casos de violencia de género y decenas de procesamientos sin garantías, violando sistemáticamente el derecho universal a un juicio justo.
Más de mil personas fueron detenidas durante los operativos de julio, de las que 500 siguen encarceladas, según las estadísticas de la organización Cubalex. De esta forma Cuba encabeza la estadística de presos políticos, por delante de Venezuela (260) y Nicaragua (150).
Pese a semejante brutalidad, los rebeldes cubanos mantienen su desafío contra la revolución: el Gobierno ha prohibido la marcha cívica por el cambio del 15 de noviembre aduciendo que el sistema socialista es «irrevocable»; además ha redoblado el hostigamiento y la persecución contra los convocantes.
Testimonios como el de Gabriela Zequeira, de 17 años, confirman la impunidad que disfrutan los agentes revolucionarios, ya sea policías, militares o paramilitares de las brigadas de choque. La menor supo que estaba en problemas graves tras ser detenida simplemente por estar cerca de una de las manifestaciones. Es joven y, por lo tanto, sospechosa en la Cuba de la vieja revolución. «Eso pasa cuando protestas y eres contrarrevolucionaria», comentaron los agentes que se la llevaron detenida.
«Salieron a protestar porque no tenían nada que perder. Pero el régimen les ha mostrado en carne propia que sí tienen mucho que perder. Nuestra conclusión es que el régimen ha optado por el miedo y la represión para prevenir cualquier otro tipo de manifestación inculcando el temor. Veremos si para el 15-N los cubanos van a poder ejercer su derecho a la protesta o se va a imponer el miedo», concluyó José Miguel Vivanco, director para las Américas de HRW