por Jesús Castillo
Muy pertinente el Pacto de no agresión anunciado recientemente por el MAS. Pues, la política debe tener como código el diálogo, el entendimiento y la concordia. Es un campo donde las ideas deben aflorar de manera diáfana y orientadas a resolver una realidad problema, más que generar conflicto. El buen político procura administrar las tensiones naturales que están presentes en la condición humana, más que agudizarlas, en su abnegada visión por construir un clima civilizatorio.
Si bien es cierto, que la política convive dentro de una tensión grupal por la conquista del poder, tal como lo señaló Carl Schmitt, la misma debe desechar todo acto de irracionalidad y violencia que puede desencadenar en un clima de anarquía y liquidación de la propia existencia humana. Es fundamental, entonces, que la acción política debe nutrirse de una serie de reglas de convivencia que permitan la interacción de sus actores en esa tensión natural que implica la conducción de los asuntos públicos, mediante el uso del poder.
En este último aspecto se inscribe la tesis kantiana, en la cual el acto político se enmarca en la instauración de soluciones regulativas, inscritas en el imperio de la ley, específicamente en el Derecho Público y , luego, en el Derecho Internacional. Es así cómo se mueven las relaciones del Estado con sus ciudadanos al interior de su territorio y con el resto de las naciones en el concierto internacional. En cada uno de esos niveles está presente la política y, naturalmente, la interacción permanente de los seres humanos ávidos de influir en el colectivo.
Regresando al punto inicial, el Pacto de no agresión propuesto por el MAS viene a poner el anillo al dedo, a propósito de unas anunciadas primarias en los sectores democraticos del país. Precisamente, la referida consulta ha generado todo tipo de improperios y descalificaciones entre los diversos aspirantes y comandos de campaña que proyectan un mensaje nada halagador en los millones de electores ávidos de un cambio significativo en el ámbito político y económico.
Lo fundamental es que los principales voceros de la oposición firmen un acuerdo de convivencia, tal como lo pregona el MAS, para conducir a puerto seguro un proceso de consulta que permita decantar la candidaturitis que hoy abraza a los adversarios del oficialismo. Ese pacto implica el reconocimiento del otro, más allá de las posibilidades o no de alzarse con la victoria y, lo más importante, sea del bando que sea, es decir, G-4, Alianza Democrática o independiente.
Se trata de sumar la mayor cantidad de voluntades para competir con ventajas ante un adversario que, si bien luce desgastado y con unos elevados niveles de rechazo, no debe ser subestimado. La experiencia ha demostrado que el oficialismo sabe jugar muy bien sus cartas y se crece en los momentos más apremiantes de la competencia. He allí que, siendo una minoría evidente, ha logrado ganar por muchos años.
El MAS nuevamente da en la diana con ese pacto de no agresión. Ya antes ha anunciado que apuesta a unas primarias sin veto ni exclusión. Esperemos que la Comisión Nacional de Primarias, presidida por Jesús María Casal, hombre de comprobada idoneidad y rectitud, pueda asumir dicho pacto como un mecanismo oportuno para conjurar los demonios que se han desatado en los sectores opositores. Todo sea por el bien de Venezuela.