Cuando los bomberos de la Universidad de los Andes (ULA) ingresaron el 23 de enero de 2022 a la casa del ingeniero agrónomo e investigador Pedro José Salinas, de 83 años de edad, lo encontraron en un mal estado de salud. Su esposa, Ysbelia Hernández (74) yacía en el suelo sin vida. Ambos eran profesores universitarios y su caso actualmente mantiene en vilo a la comunidad científica merideña. También provocó indignación en redes sociales, como una muestra de la situación de abandono en la que se encuentran los jubilados en Venezuela.
Medios locales reseñaron que en la mañana del domingo pasado se escucharon gritos en el apartamento de la pareja, ubicado en el edificio Los Sauces del Paseo de la Feria, cerca del centro de la ciudad de Mérida. Salinas fue trasladado al Instituto Autónomo Hospital Universitario de Los Andes (Iahula) y permanece recluido en el área de Emergencias. Funcionarios señalaron que presentaba un severo cuadro de desnutrición y deshidratación.
De acuerdo con el reporte de los bomberos, se presume que Hernández falleció de un infarto, mientras su esposo estaba inmovilizado por un problema de salud. Se desconoce por cuánto tiempo estuvo la pareja así, aunque el portal Mérida Noticia reseñó que los vecinos ya tenían tres días sin verlos. Tampoco contaban con medios para comunicarse y vivían solos, pues sus hijos emigraron a España y Estados Unidos.
Excelencia científica
Ambos docentes eran altamente reconocidos por haber dado clases en la ULA. Hernández era abogada y bioanalista, y durante años dio clases en la Facultad de Medicina, además de trabajar en el Centro Médico Integral del campus (Camiula).
Por su parte, Salinas es ingeniero agrónomo egresado de la Universidad Central de Venezuela (UCV), con un doctorado de la Universidad de Londres. Es considerado una autoridad en el área de la ecología y estudios del medio ambiente, siendo desde 1968 profesor titular en la ULA de la Facultad de Ciencias Forestales y en la de Medicina.
Sus investigaciones se enfocaron en el manejo y planificación de las áreas naturales protegidas y su biodiversidad, así como en el comportamiento de las hormigas dentro de los ecosistemas. Fue director de la Revista Venezolana de Ecología y miembro del extinto Grupo de Ecología del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (Conicit). Allí brindó asesoría para el desarrollo de la Ley Orgánica del Ambiente, Ley de conservación, defensa y mejoramiento de la cuenca hidrográfica del Lago de Maracaibo y la Ley de Aguas y Playas. Ha recibido la orden Henri Pittier en su primera y segunda clase.
En el campo de la medicina, también fue fundador de la revista de la Facultad de Medicina de la ULA (MedULA). Además de miembro de la Asociación de Editores de Revistas Biomédicas Venezolanas (Asereme) y la World Association of Medical Editors (WAME). Su libro Iniciación práctica a la investigación científica fue por años obligatorio en los planes de estudio de Medicina de la ULA. Igualmente, sus artículos e investigaciones se publicaron en múltiples revistas científicas internacionales.
Vejez en el olvido
El caso de Salinas y Hernández recordó una realidad normalizada en Venezuela tras años de emergencia humanitaria compleja: el estado de abandono de sus adultos mayores. Actualmente el pago mensual de la pensión para jubilados es de 7 bolívares. Un monto equivalente apenas a 1,5 dólares a la tasa de cambio oficial del Banco Central de Venezuela (BCV). Esto lleva a muchas personas de la tercera edad a depender económicamente de sus familias para poder subsistir.
De acuerdo con la asociación civil Convite, 86,9 % de los adultos mayores en Venezuela vive en condiciones de pobreza. De esa cifra, al menos 4 de cada 10 jubilados está en pobreza extrema. La directora de la organización, Francelia Ruiz, señaló que a pesar de que 70 % cuenta con una pensión, esta resulta insuficiente. “Estas asignaciones no tienen ninguna capacidad adquisitiva, no permite que las personas mayores puedan adquirir alimentos, medicamentos y puedan tener calidad de vida, es decir, no permite que puedan proveerse los bienes y servicios más básicos para subsistir”, advierte.
Un hecho similar al de Mérida ocurrió en Caracas en octubre de 2020. Los hermanos Silvia (72) y Rafael (73) Sandoval fueron encontrados en su apartamento en Puente Hierro luego de que los vecinos se percataron de su ausencia. Ambos tenían más de 24 horas muertos, presentando un severo cuadro de desnutrición proteico-calórica. Aunque recibían comida y apoyo de los habitantes del edificio, la carencia de una nutrición adecuada llevó a ambos hermanos a un punto en el que, ya sin fuerzas, solo se resignaron a aceptar la muerte en sus camas.
Docentes en quiebra
El hecho de que tanto Salinas como Hernández fueran profesionales de larga trayectoria no ayudó a amortiguar el impacto de su situación. Actualmente Venezuela cuenta con el sueldo más bajo para docentes de educación superior de todo el continente, de acuerdo con el Observatorio de Universidades (OBU). Mientras el promedio de la región es de más de 1.000 dólares, en Venezuela los profesores de los escalafones más altos apenas perciben $11.
La situación se vuelve incluso peor para los docentes jubilados. Por ese motivo, la OBU advirtió que muchos profesores se mantienen dando clase aunque superen los 70 años de edad, como una manera de obtener un poco más de ingresos dependiendo de su pensión. Por otro lado, solo el 27 % de los docentes universitarios tiene su sueldo como única entrada, dedicándose a otras actividades incluso fuera de su profesión.
En febrero de 2021 el rector de la ULA, Mario Bonucci, y el Observatorio de Derechos Humanos realizaron un operativo de recolección de ropa y medicinas. Todo se donó a los docentes con mayor situación de vulnerabilidad económica. Un reconocimiento explícito de cómo la situación asfixia presupuestaria a la que el Estado somente a las universidades venezolanos afecta la calidad de vida de sus académicos. “Como Rector me da mucha vergüenza emitir este mensaje, pero es una realidad que tenemos profesores que ya no tienen ni siquiera zapatos en buen estado”, declaró Bonucci.
En redes sociales prevalecieron los mensajes de solidaridad con Salinas, recordando sus aportes científicos al país. También las condolencias por la pérdida de su esposa y, sobre todo, una indignación colectiva ante la situación, que es la de cientos de jubilados en Venezuela. Una de las aristas más complejas de la crisis humanitaria.